domingo, 30 de septiembre de 2012

1.368 DOÑA JUANA IBAÑEZ DE ARSUAGA, BERMEANA DE EMPUJE

El 7 de junio del 2005,van a hacer 638 años de la fundación del “Monasterio de Monjas Dominicas” en Lekeitio. Seis siglos en la historia son un buen salto, y tratándose de nuestra villa marinera es como atrapar un buen ganso en la cucaña del tiempo.
Seis siglos hace que a una bermeana se le ocurrió fundar este convento. Simpática figura la de esta mujer.  No la conocemos. Se nos presenta ante nosotros rodeada de un halo de misterio. Doña Juana Ibáñez de Arsuaga era viuda cuando Dios la inspiró. Estuvo dudando mucho tiempo si fundar su monasterio en Bermeo o en Lekeitio. Al final, se decidió por Lekeitio.
Su marido pudo ser lekeitiano. Acaso pescador de ballenas o de bacalao. Hombre rico, que granjeó su fortuna arponeando cetáceos entre los témpanos de Terranova. Alto y recio con brazo temible para lanzar el venablo mortífero. De los que se enorgullecía Lekeitio cuando grabó como lema de su escudo aquello de “Reges debellavit horrenda catte suiecit, terra marique potens, Lekeitio” (Venció en guerra a los reyes, apreso ballenas tremendas, poderosa en mar y tierra, Lekeitio.)
Doña Juana Ibáñez de Arsuaga debió de ser una de estas clásicas bermeanas a quien no amilanan ni riesgos ni obstáculos. No le asustaron ni el señor de Bizkaia, ni el obispo de Calahorra, ni los regidores lekeitianos. Dios la llamaba a su servicio y a Dios le seguía terne que terne. Es como una de las mujeres fuertes de la Biblia, dotada con algo de ese impulso creador, que dos siglos más tarde, había de prodigar Teresa de Jesús por los caminos de España.
Lo cierto es que ella consiguió concretar su idea fundadora en  nuevo convento de monjas dominicas que perdura tras seis siglos de aventuras. Aventuras a lo divino, con sus retoques de honda, de entrañable humanidad, de las que se ha hecho cargo el dominico fray Jacinto María Garraztatzu para escribir un libro sobre la fundación lekeitiano que se titula “Seis siglos de aventuras”.
El padre Garraztatzu, bien conocido en  nuestros círculos religiosos, nos va contando, con evidente acierto y bien pertrechado de datos y noticias, buscados y encontrados en libros y archivos, toda la historia de las dominicas lekeitianas. Libro erudito y de estricto aparejo histórico, pero que se leerá con gusto por quienes gustan de estas emociones de nuestro pasado.
Que por lo que se ve y se cuenta forman verdadera legión, más nutrida de lo que aparenta.
Pero a nosotros lo que nos interesa ahora es destacar la figura de su fundadora, aquella Juana Ibáñez de Arsuaga, bermeana de empuje, que, en última instancia y por amor a su marido, fundó el monasterio en Lekeitio y no en Bermeo; figura vagarosa, como perdida en la bruma de nuestro Cantábrico, pero recia, atlética de alma, dadivosa de dineros, de praderías y robledales para sus monjas.
Y de una entereza de alma en los momentos culminantes de su fundación. Como cuando enfrentada al cabildo eclesiástico de Lekeitio, que en un principio se oponía a la fundación, aun contando Doña Juana con el consentimiento del señor de Bizkaia, del prelado de las diócesis y del municipio lekeitiano, pero faltándole la licencia del provincial de los Dominicos, y siendo el cabildo quien se lo echa en cara, ella contesta, tajante y firme: “Vendrá en breve. No se hará esperar.” Como así fue. Llegó la licencia de fundación, no solo del provincial, sino del mismo general de la Orden, fray Elias Tolosiano.

Bermeana de temple, dura para si misma, tierna para sus monjas, es la gran figura de nuestro retablo del Medioevo. Recién fundada Lekeitio, es su primera gran figura a lo divino. Luchadora y tesonera, fue a Dios con prisas de iluminada…


 








































































































































































































































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